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Gupta, Suman and Allen, Richard
(2018).
DOI: https://doi.org/10.15446/lthc.v20n2.70425
URL: https://revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/articl...
Abstract
Para quienes tienen interés en la docencia y la investigación en el campo de la educación superior (es), el discurso del “liderazgo académico” está en todas partes. Al menos eso parece en el Reino Unido: ojear páginas de mercado laboral académico, ver los esquemas de financiación de los consejos de investigación, examinar los documentos de política de gobierno sobre la es, consultar los procedimientos de evaluación y promoción en las universidades, considerar las maneras en que se estima la carga de trabajo académico, escuchar las deliberaciones de comités universitarios: todas estas actividades sugieren que, por decirlo de algún modo, la expresión “liderazgo académico” se ha vuelto viral aunque de un modo contenido. Hay demasiadas publicaciones de tufillo ostentosamente académico sobre el tema como para que los especialistas puedan estar al día; numerosas compañías opulentas ofrecen capacitación y orientación sobre liderazgo académico; los tanques de pensamiento insisten constantemente en la necesidad de promover más líderes académicos y las corporaciones compiten para cultivarlos; los periódicos informan con reticente admiración sobre los privilegios que tienen los líderes académicos de más alto nivel.